Maldito
Le dijeron que si tocaba aquella
estatua, una maldición caería sobre su estirpe, que los siete males harían
estragos en él y en su familia, y que nada podría librarle de aquel oscuro mal.
Aun temiendo la advertencia, posó su mano sobre la efigie cerrando los ojos.
Tras unos segundos, volvió a abrirlos apretando los dientes: no pasó nada, y
aquello le hizo pensar que estaba a salvo. Aquella misma noche, las pizzas que pidió
llegaron frías. La maldición había comenzado.
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