viernes, 13 de septiembre de 2024

El Último Escrito


Un hombre yacía muerto en el asfalto de una Gran Vía madrileña casi llena. En sus bolsillos hallaron una pluma y un cuaderno en el que solo había escrito: Esta ha sido mi vida.
Cuando el forense examinó las páginas del cuaderno, supo que no se hallaba ante un cadáver cualquiera...

El forense, intrigado por la simplicidad del mensaje y la aparente ausencia de más detalles en el cuaderno, decidió llevarse el pequeño libro a su despacho. Era una pieza común, de tapas negras gastadas, pero algo en la forma en que el hombre lo había guardado, con la pluma cuidadosamente colocada entre las páginas, le sugirió que contenía más de lo que mostraba a simple vista.

Sin tiempo que perder, contactó con el grupo de Homicidios y su experto en criptografía. Sabía que lo que había encontrado era importante, pero aún no podía imaginar hasta qué punto.

Los agentes revisaron el cuerpo en busca de alguna pista más, pero todo lo que encontraron fue un pequeño recorte de periódico que hablaba de un hombre desaparecido hace meses en circunstancias extrañas.

De vuelta en la morgue, bajo la luz tenue de su escritorio, el forense comenzó a revisar cada página del cuaderno con más detenimiento. Aunque muchas estaban en blanco, en algunas se podían distinguir marcas casi imperceptibles, como si hubiesen sido escritas con una tinta invisible o con una presión tan ligera que apenas dejaba huella en el papel.

Decidió someter el cuaderno a un análisis más profundo. Con una lámpara ultravioleta, reveló palabras y símbolos ocultos. Las frases eran fragmentarias, pero llenas de simbolismo extraño. Poco a poco, un patrón empezó a emerger. Las frases eran breves, fragmentadas, pero llenas de un extraño simbolismo.


La verdad está escrita en las sombras, pero el precio de verla es demasiado alto, , decía una, Ella nunca volvió, Las sombras conocen mi nombre, se leían en las siguientes. Más adelante, se repetía un número: 1997. 
<<No es un año, es un código>> —pensó el forense.

Al llegar a la última página, encontró lo que parecía ser una especie de coordenada geográfica, seguida de un nombre: Patricia. Aquello no era un simple cuaderno; era una crónica secreta, una serie de pistas codificadas que quizás llevaban a descubrir la verdadera identidad y los últimos pasos de aquel hombre.


Mientras tanto, en algún lugar de Madrid, alguien más estaba siguiendo las mismas pistas, pero con intenciones muy diferentes.

*-------*

El forense decidió no perder tiempo y contactó a la policía. Las coordenadas apuntaban a un lugar en las afueras de Madrid, cerca de un viejo almacén abandonado. Al compartir la información con el grupo de Homicidios, uno de los agentes le informó que esa ubicación había sido investigada hace meses en relación con la desaparición de un periodista de sucesos, un hombre que había estado indagando en el caso de su hermana desaparecida, Patricia Morales.

El forense, con una nueva perspectiva, repasó los detalles del cuaderno. Ahora todo tenía más sentido: el hombre muerto no era solo una víctima más. Era un periodista llamado Javier Morales, que durante años había estado investigando la desaparición de Patricia, su hermana, quien había desaparecido sin dejar rastro en 1997. Su obsesión con el caso lo había llevado a profundizar en una red de secretos oscuros que, al parecer, terminaba en ese almacén abandonado.
El grupo de Homicidios montó una operación para registrar el almacén. Mientras tanto, el forense no podía dejar de pensar en el número 1997, que ahora no solo se refería al año en que Patricia desapareció, sino también a un código relacionado con la investigación de Javier. 
Revisando el cuaderno con más detenimiento, descubrieron que Javier había estado cerca de descubrir algo importante. Entre las páginas aparecían nombres, fechas, y conexiones con una red de personas poderosas que operaban desde las sombras.

Cuando llegaron al almacén, encontraron un edificio en ruinas que había sido inspeccionado meses atrás, pero que en su momento no reveló nada significativo. Sin embargo, esta vez, siguiendo las coordenadas y las nuevas pistas del cuaderno, encontraron una habitación oculta en el sótano.
Al abrirla, descubrieron una caja fuerte. Dentro, había documentos y fotos que revelaban la magnitud del caso: una red de tráfico de personas que había estado operando en Europa durante años, y entre las víctimas estaba Patricia.
Entre los documentos, encontraron cartas que Javier había escrito, dirigidas a su hermana. Las cartas revelaban su profunda angustia por no haber podido protegerla y su lucha desesperada por hacer justicia. Había seguido las pistas durante años, descubriendo poco a poco los nombres de los responsables, pero cuanto más se acercaba a la verdad, más peligrosas se volvían las cosas para él.
El forense también encontró un sobre marcado con la palabra Confesión. Al abrirlo, leyó la última entrada escrita por Javier antes de su muerte:
He encontrado a los culpables. Mi hermana no fue solo una víctima más. La verdad es mucho más aterradora de lo que jamás imaginé. Patricia no desapareció; fue captada por  La Llama Eterna,una secta  que la atrapó mientras investigaba abusos en la periferia de Madrid. Esta secta opera desde las sombras, utilizando a sus víctimas para rituales oscuros..
Patricia intentó salir y exponerlos, pero la atraparon antes de que pudiera hacerlo.
Sé que me están siguiendo, igual que hicieron con ella. Los vi ayer, en la calle, y sé que no tardarán en llegar a mí. 
Pero antes de que lo hagan, dejo esta confesión. Aquí están los nombres de los líderes de la secta, la ubicación de su templo y las personas que la financian desde las sombras. Ellos no son solo un grupo marginal; tienen poder, contactos en las altas esferas. Esta es la verdad. Si lees esto, por favor, asegúrate de que salga a la luz. No puedo morir sin justicia para Patricia.

El forense sintió un escalofrío mientras leía. Javier no solo había descubierto la conexión de su hermana con la secta, sino que había expuesto una red de influencia que llegaba a las élites, gente que usaba la fachada de una secta para sus propios fines oscuros.

Al compartir el contenido del cuaderno con la policía, se preparó un operativo inmediato para investigar la ubicación mencionada: un antiguo monasterio en las montañas al norte de Madrid, que había sido abandonado hacía años, pero al parecer ahora servía como refugio para esta secta.

Cuando las fuerzas policiales irrumpieron en el monasterio, lo que encontraron fue aún más perturbador de lo que imaginaban. En su interior, había indicios de rituales macabros, símbolos grabados en las paredes y una serie de habitaciones selladas con gruesas puertas de metal. En una de esas habitaciones, encontraron los diarios de Patricia, donde relataba su desesperada lucha por escapar de la secta y exponerlos antes de que fuera demasiado tarde.

Pero el descubrimiento más impactante estaba por llegar.

En una cámara subterránea, la policía encontró un cuerpo en avanzado estado de descomposición. La identificación fue inmediata: era Patricia Morales. El forense que había seguido el caso desde el principio se quedó paralizado ante la escena. Patricia había muerto años atrás, encerrada por la misma secta a la que había intentado escapar, probablemente utilizada en uno de sus retorcidos rituales.

Sin embargo, en su mano aún apretada había un pequeño trozo de papel arrugado, como si hubiera sido escrito en sus últimos momentos de vida. Al desplegarlo, encontraron una última frase escrita con su letra temblorosa:

"No soy la última."

El impacto de esas palabras sacudió a todos. La secta no había terminado; seguían operando, captando a más víctimas. Y el hecho de que Patricia no fuera la última sugería que había más personas atrapadas en ese ciclo mortal, con la misma maquinaria oculta moviendo los hilos.

Aunque habían encontrado a Patricia, el  líder de la secta y los responsables detrás de ella seguían libres, protegidos por su poder y sus influencias. El forense, que ya había sido vigilado, sabía que ahora estaba en el punto de mira de aquellos que no querían que la verdad saliera a la luz.

El final dejaba una sensación de inquietud. Aunque se había descubierto la verdad sobre Patricia, el mal seguía acechando en las sombras, y la promesa de que más víctimas caerían marcaba un futuro oscuro e incierto.

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