El cruzado


Treinta monjes oraban al dios de la oscuridad... Ocanem Belcebú, Ocamen, Ocanem... Las oraciones de los creyentes se vieron interrumpidas por un ruido estrepitoso ... Boom... Un paladín del Paladine había derrumbado la puerta, y con la espada estaba limpiando el local. 30 bolas de fuego, 20 haces de oscuridad fueron dirigidas hasta el paladín, que reforzado con su brillante armadura, no tuvo ningún problema en repelerlas todas. Su espada se movía con gran rapidez sobre todos los enemigos...
-Por Belcebú, ese tiene que morir hoy aquí... La espada del Paladín, no opinaba lo mismo. Grandes movimientos repelieron una y otra vez todos sus ataques, hasta que otro caballero, ataviado con una armadura diabólica, apareció frente al altar ,llevaba una espada negra oscura tan grande como el tronco de un árbol. El paladín paro el golpe con la suya, y entonces vio, el peso que podía llegar a tener su fe, mientras su espada se rompía. Caído en el suelo, el paladín esperaba su triste final, mientras la espada del caballero caía sobre su cabeza desnuda, pero justo cuando iba a tocar la cabeza del paladín, se dieron cuenta de que el caballero no tenia espada... el paladín, cogió entonces de los tobillos al caballero y le dio de bofetadas, hasta que el caballero cogió  la daga bajo la bota, la cogió con la mano, y cuando la fue a clavar en la espalda del paladín, se dio cuenta de que la daga también desapareció. Tras noquear al caballero, el Paladín entro en la sala más profunda del templo, donde unos abruptos símbolos recorridos con el fuego, se mostraban en la sala.
- Ya veo que el enviado de Paladine, no ha sido escogido al azar, has tenido suerte de llegar hasta aquí, pero no llegaras mas allá. Un conjuro, bloqueo al Paladín, el cual  se mostraba indefenso ante el ataque inminente del mago. Mientras conjuraba un ataque de fuego, algo le empujo hacia uno de los adornos, quemándole la cara y dejándolo ciego...
-¿Quién eres? Un pequeño kender asoma la cabeza, en su espalda llevaba la espada gigante del caballero, y en su cinta, la daga.
-Soy Marcus  Rotrobic, elegido por Paladine, para robarle a su dios y a usted... y ahora que me he presentado, esa capa tan mona que lleva puesta me la llevo también... Cogiendo la toga, y al paladín, se los fue llevando a rastras hasta las afueras del templo, mientras la trampa que había preparado, se encargaba de quemarlo para siempre.
-Está claro que me estoy haciendo viejo para esto
 -No, George, los viejos son cautos, tu eres el torpe abusón que fuiste siempre.


Comentarios

Entradas populares de este blog

El Último Escrito

Un reencuentro literario