La Torre

La torre de la catedral sobresalía varios metros por encima de la gruesa pared frontal. Desde allí arriba se podía divisar la mayor parte de la ciudad; incluso la calle principal la cuál  desembocaba hasta  el ahora destruido ayuntamiento. Un poco más al este, entre los frondosos árboles, se veían las lagunas Ruidera con su gran cascada al fondo. De nuevo los gritos me hacen recordar lo que está ocurriendo.
La barricada de la puerta principal no aguantará mucho más.
Vincent hace lo que puede para reagrupar a los
hombres en la trinchera de lanzas colocadas de frente como un lobo aullando a la luna. En la torre, junto a mí, está el grupo de arqueros. Algunos han caído, pero eso no hace más que enfurecer su dolor, y obligarles a luchar con más brío en cada momento. Es entonces cuando una flecha pasa muy cerca de mi cara, haciéndome retroceder, y dejando aparecer una fina línea roja sobre mi mejilla. Al moverme es cuando mis ojos se fijan en ella. Es hermosa, aún con el pelo enmarañado y la cara sucia. La observo un momento, lo suficiente como para ver sus lágrimas correr por sus mejillas mientras carga su arco con otra flecha. Cada vez que acierta sobre su objetivo esto no hace más que agrandar su dolor interno por quitar la vida a otros seres humanos. Llora de rabia. ¿Qué nos ha hecho llegar a esta situación?. Ni los propios atacantes lo saben… Abandono. Esta no es mi lucha. En mi intento de retirarme de la estancia, la mujer cae a mis pies con la mano en el pecho recubierta de sangre. Ya no llora, ni llorará nunca más. Ahora lo que parece una sonrisa, dibuja su cara. Nunca creí comprender tantas cosas como en ese momento. La entiendo. Me doy la vuelta y cargo mi ballesta. Soy yo quien llora ahora. Dispuesto a acabar con mis enemigos.

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