El misterio del Moncayo
Era una calurosa tarde de Julio.
Aquella tarde y tras un largo viaje Daniel
Rubio un joven escritor ciudadrealeño y apasionado de la historia había llegado
al pueblo de Grisel para disfrutar de unos días de vacaciones.
Tras el
recibimiento por parte de sus anfitriones Luis Zueco y su mujer Elena, dejó la
maleta en su habitación y salió a dar un paseo por la zona.
Después de un
corto paseo desde la fortaleza, llegó al monte de La Diezma. Allí pudo
disfrutar de las magníficas vistas que hay desde su mirador y de la entrada del Pozo de los Aines,
conocida como*“Sima de los sueños”.
Al regresar, paró en el Txoko de Jon
un restaurante vasco acogedor, donde su dueño le ofreció una deliciosa cena.
Después de cenar,
dio un relajante paseo antes de subir a su habitación mientras pensaba en
aquel pozo.
A la mañana siguiente
tras haber desayunado, Daniel salió camino del Pozo.
Aquella mañana, la Diezma se encontraba desierta.
Al bajar al pozo por
aquellas escaleras de piedra, descubrió un lugar mágico lleno de naturaleza y
leyenda nunca visto.
Se quedó maravillado del
entorno que allí había, oyendo el murmullo del agua y el piar de los pájaros,
que se refugiaban buscando alimentos y frescor.
En ese momento una
sombra, se acercó a Daniel quien se encontraba desmayado y comenzó a
zarandearle y gritarle.
-Despierta, joven, despierta.
Al abrir los ojos se
encontró delante suya con quién le estaba zarandeando. Se trataba de un anciano
con extrañas ropas.
-¿Quién eres?
-Mi nombre es Manuel ¿y tú joven?
-Me llamo Daniel
- Ahora Daniel, debes salir de aquí antes de que te quedes atrapado- le
dijo Manuel
- ¿Por dónde?, la única salida era por esa pasarela.
Miguel al oír aquello
dijo:
-La única posibilidad que tienes de salir de aquí es adentrándote por esas
cavernas subterráneas. -dijo señalando una cavidad en la pared.
Mientras buceaba dio con
un pasadizo por el cual entró a gatas. A través de este se
podía andar de pie. De repente se paró.
Delante suya el pasadizo se terminaba. No sabía qué hacer, llevaba una hora a oscuras y se empezaba a cansar.
En ese momento se sentó
en la pared y sin saber cómo, se abrió un hueco. Pasó a través de él y de pronto se encontró en una habitación grande con una ventana.
Se acercó al hueco por
el que entró buscando una palanca o botón escondido con el que cerrarlo. Al
acercarse al candelabro tiró de él entonces el pasadizo se cerró.
Después y casi
corriendo, salió de allí hacia su habitación pensando en la experiencia vivida.
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