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Mostrando entradas de junio, 2019

El fantasma de Santiago

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Entre las sombras y en blanco sudario envuelto surge un bulto de forma humana y de supersticioso aspecto, qué caminando con rigidez de cuerpo muerto, entra a Santiago, quedando inmóvil en el centro de la plaza ciudadrealeña, frente al pórtico del templo, mientras dentro pasan las monjas para comenzar sus rezos de maitines. Se iluminan los ventanales de la noble iglesia con un siniestro resplandor, mientras el lamento de las campanadas finaliza para volver al silencio. La sombra humana tras esperar un poco, como impulsada por algo hacia el pasaje, se interna en él, y se pierde, al fin, en su fondo negro. A los pocos días, todos los vecinos de la ciudad están aterrorizados y revueltos con el trágico suceso; habían encontrado en la Plaza de Santiago un muerto. Era el cadáver de un joven y elegante caballero. Tenía este un hermano en Flandes y otro con él en Ciudad Real, donde vivían desde que nacieron.

Testimonio

Aquel truhan siempre pateaba a su perro. Trataba con la misma crueldad a mujeres, hombres, niños y a animales. Un mal día se le fue la mano y la policía le atrapó. Desde entonces se pudre en un oscuro y húmedo calabozo. ¿Que si me alegro? Aquel perro al que pateaba era yo.

Maldito

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Le dijeron que si tocaba aquella estatua, una maldición caería sobre su estirpe, que los siete males harían estragos en él y en su familia, y que nada podría librarle de aquel oscuro mal. Aun temiendo la advertencia, posó su mano sobre la efigie cerrando los ojos. Tras unos segundos, volvió a abrirlos apretando los dientes: no pasó nada, y aquello le hizo pensar que estaba a salvo. Aquella misma noche, las pizzas que pidió llegaron frías. La maldición había comenzado.