Fragmentos II

Dos gotas diferentes, dos ríos divergentes. Concurrían las almas en estrechos cascarones, mientras tú seguías con la mirada los vaivenes de las sirenas de plata que mecidas por las olas, comulgaban bajo el halo de la luna roja. Mientras amanecía, los hombres recogieron las redes del sueño y la razón y volvieron a sus casas a seguir durmiendo. La niebla no supo esperar y se extendió como la sombra de un coloso clamando sus fueros. Hoy también llegaré tarde, pero no quería perderme esto...

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