El reloj
Tic, tac! el reloj de la fragua sonando, ¡tic, tac! con manecillas de metal, ¡tic, tac! martillea minutos, ¡tic, tac! agotando el respirar. ¡Tic, tac! ya viene la muerte, ¡tic, tac! cerrando la espiral, ¡tic, tac! con puños de acero, ¡tic, tac! golpea el soportal, ¡tic, tac! tiembla el universo, ¡tic, tac! no puede parar, ¡tic, tac, tictac, tictactictac...! Es inútil atormentarse me digo, intentando no crear grotescas ensoñaciones y guardando las ya creadas en el guardarropía. Cuando llegue, si hay suerte me dará una sencilla razón, si no, miles de excusas sin fundamentos que yo aceptare impenitente, disfrazando mi infortunio con mecánica prudencia. Se lo que tengo que decir, las palabras justas, el tono preciso, la cadencia perfecta de mi voz, la sonrisa comprensiva y algo preocupada de mi boca, ni mucho, ni poco, sino una medida concreta; es la fórmula exacta, de la pócima del desamor. Cuando llegue, incluso no hará falta fingir un piadoso amor, ni un imperdonable desvelo, ni unos mezquinos celos, bastará, como siempre, con alimentar, un sueño prematuro y dejar para mejor ocasión el efluvio azul, recuerdo lejano de sus besos sinceros. Cuando llegue, las luces del alba rondarán, envolviendo de lamentos mi pesar, estrujando los cimientos de este yo que suena tictac, tictac, tictac
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