El ocaso

Como cada domingo, el campanario de la iglesia presagiaba la misa;Le encendí una vela a su recuerdo, pues no me quedó ni una fotografía suya.
Apagué las luces del candil e intenté salir pero no hallé la puerta.
Fue entonces cuando me entró un profundo miedo, ese que solo la realidad es capaz de infundir.
Cuando la penumbra se apoderó del entorno, me sentí acompañado por algo más que una sombra del pasado. No era ella, ahora lo sé; era yo creyéndola muerta

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