La Puerta Prohibida
Matías y su madre eran los encargados de abrir cada mañana. Los Señores llegaban poco después. A media mañana, cocineros y camareros llenaban el lugar con el ruido de platos, cubiertos y ollas. Matías ayudaba a su madre con la limpieza. A la una llegaban los clientes, se sentaban en las lujosas mesas y disfrutaban del festín a la carta. Pero Matías no hacía caso de ellos. Cada día al terminar el servicio, cuando todos se retiraban a la cocina a comer, la Señora subía hacia la puerta prohibida, la única estancia que su madre nunca limpiaba, llevando una caja entre sus manos. Aquel día Matías siguió a la Señora. Subió a hurtadillas tras ella, en un intento de saciar su curiosidad infantil y conocer el secreto de aquella habitación. Al acercarse le pareció escuchar sollozos y algún quejido. Al ver que la Señora se giraba, se arrebujó nervioso tras unas cajas arrinconadas intentando no ser descubierto. Entonces la vio salir azorada con un pañuelo en sus manos. Por un momento tuvo que...